Hay jornadas verdaderamente enriquecedoras, y una de ellas fue sin duda la del pasado sábado 31 de agosto. Los fragolinos nos levantamos por la mañana con las ganas de vivir un día lleno de aprendizajes, y no fue para menos.
A las 9:30, Bernardo nos esperaba con el autobús para emprender un viaje corto pero intenso. Con las legañas todavía en los ojos, pero con la excitación de una excursión muy completa, los fragolinos nos acomodamos y sin darnos cuenta, aparecimos en Huesca bien temprano. Tras desayunar, pasear, conocer un poco más Huesca o jugar y explorar en el parque, nos esperaban en el Planetario.
El Espacio 0.42 de Huesca es un Centro Astrológico lleno de sorpresas. Con la ayuda de los profesionales del Planetario pudimos aprender mucho más de la Tierra, el espacio y los planetas, observamos el sol a través de unos magníficos telescopios y hasta viajamos al año 2036 para visitar Marte en una nave espacial muy movida.
Explorar el espacio y sus alrededores da hambre, así que la siguiente parada fue el Restaurante Kilómetro 3. Allí pudimos llenar nuestros estómagos con unos ricos platos de paella y pollo, o de macarrones y lomo.
Tras el postre y el café pero acompañando a las copas, no podían faltar unas joticas de Aragón. Inés, Jandro, Félix y todo el que se animó a acompañarles entonaron canciones tan populares como «El Ebro guarda silencio», «Los labradores» o «La palomica».
Y no llovió, no, al revés: hizo un día espléndido, como pudimos comprobar en nuestra siguiente parada. Con el calor de la última tarde de agosto, el autobús se llenó de nuevo, pero esta vez la excitación se transformó en descanso, porque muchos aprovecharon para echarse una siesta.
Un poco antes de las seis de la tarde llegamos a los Aguarales de Valpalmas, unas formaciones rocosas o arenosas, fruto del efecto de las aguas subterráneas, tan espectaculares que solo las fotos pueden describirlos:
De nuevo en el autobús, pusimos rumbo a nuestro último destino de la jornada: el Monasterio de Monlora. Algunos ya lo habían visitado varias veces, pero otros no, a pesar de lo cerca que está de El Frago. Pero tanto para unos como para otros fue una visita encantadora gracias a las explicaciones de la guía.
Leyendas, milagros, curiosidades y mucho arte. Con estos regalos terminaba una jornada muy intensa, y nos los llevábamos de nuevo a El Frago, a descansar y a asimilar todo lo que habíamos aprendido en tan poco tiempo pero que no será fácil de olvidar. A todo esto hay que añadir la suerte de pasar ratos agradables con otros fragolinos, que siempre hacen que cualquier día sea perfecto.